jueves, 25 de junio de 2015

DIA DE TODOS LOS MUERTOS



DIA DE TODOS LOS SANTOS O DIA DE LOS MUERTOS
1º DE NOVIEMBRE-2005

LA ACACIA FLORECIÓ EL
DIA DE UN MAESTRO PASADO

         Hoy ha sido un día caluroso, ideal para salir ya por la tarde con la llegada del aire fresco. Mucho tiempo, quizás años, había abrigado la esperanza de encontrar el lugar donde reposaban los restos de quien fuera el fundador del Martinismo Ruso en Chile.

        Ayer ya lo había pensado; era la fecha ideal para encontrarlo, o a lo menos hacer el intento.

        En la localidad de Puente Alto, al sur de la ciudad de Santiago de Chile, existe un pequeño y escondido cementerio ruso. Tenía antecedentes de que allí probablemente estuvieran descansando sus restos mortales.

        Llegué a las puertas del cementerio y no había ningún movimiento como se estaba dando en los cementerios de la ciudad en este día, donde la gente se aglomeraba por entrar y visitar a sus deudos. Aquí no; todo tranquilo. Me abrió la puerta el cuidador, y le pregunté donde estaba enterrado don NICOLAS ROGALEV GIRS, pero no sabía. Me dijo que esperara para consultar el registro de quienes estaban enterrados allí. Como demoraba, comencé a internarme en el cementerio por entre las tumbas y tratando de adivinar del idioma ruso escrito en algunas lápidas y cruces rusas su nombre. Buscaba entre las que estaban mas a la vista por si acaso aparecía su nombre, pero sabía que no estaba entre ellas porque el había terminado sus días como un hombre pobre y olvidado de sus discípulos que fueron muchos. Curiosamente algo nos conectaba, pensaba yo, pues en la última etapa de su vida se había dedicado a vivir del producto de sus manos haciendo restauraciones de cosas antiguas; yo me dedico ha trabajar también con mis manos en el negocio de las enmarcaciones donde también hago restauraciones.

        Llegué hasta el final y no lo encontré. Cuando me devolvía apareció el cuidador del cementerio ruso, quien me dijo que posiblemente no estaba enterrado allí pues en el listado no aparecía nadie con ese nombre. Que raro, le dije yo, porque tengo antecedentes que me dicen que él estaría aquí. Consúltelo usted mismo me dijo y me pasó un viejo libro de actas. Comencé a revisar hoja por hojas hasta que finalmente apareció su nombre. Había muerto a los 74 años en 1972. Su ubicación era F 66. Lo encontramos como me lo imaginaba.

        No existía ninguna tumba, solo era un lugar en el suelo con una cruz caída, que el cuidador se apresuró a poner de pié y la afirmó como pudo. Ese era el lugar, con el pasto crecido hasta mis rodillas. Haciendo a un lado la vegetación me paré justo a sus pies y lo recordé como el hombre que había sido iniciado en la antigua filiación del Martinismo Ruso en Saint-Petersburgo por el mismísimo Gregory Ottonovich de Mebes, conocido por sus iniciales “G. O. M.”, quien era el Gran Maestro del Rito Escocés Antiguo y Aceptado y Jefe de los “Rosacruces Rusos de la Fama Fraternitatis” y Jefe del Martinismo de tradición. Lo recordé como “Sublime Principe Patriarca Gran Conservador del Rito de Memphis y Misraim Grado 95º” de que él estaba investido. Lo recordé como fundador de la “Orden Martinista de Chile”, cuna de la cual salieron todos o casi todos los martinistas chilenos. Lo recordé como representante en Chile del Gran Maestro en Francia, Phillipe Encausse. Lo recordé como fundador de la “Gran Logia Martinista Autónoma Sudamericana” donde restituyó los siete grados del martinismo ruso. Lo recordé como hombre de bien que dio mucho de sus mejores momentos a quienes no le pagaron con el agradecimiento a su obra, sino que hasta algunos con la traición.

        Le di las gracias, con algunas lágrimas de emoción, por quienes, aunque no le conocimos personalmente, hemos traído hasta ahora y por siempre en nuestros cuerpos, almas y espíritus el sello imborrable de la iniciación.

        Allí parado correctamente le conversé como si hubiese estado frente a mí. Después de un rato y haciendo el signo del aprendiz masón, me alejé con mi pecho lleno de emoción como si hubiese encontrado a un amigo perdido. Este día la Acacia floreció…


Dionisio E. Jara R.
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